¿Cómo hacer para mirar limpiamente, sin querer encontrar en las cosas lo que nos han dicho que debe haber, sino simplemente lo que hay? He aquí un juego inocente al que os propongo que juguemos. Cuando miramos, normalmente sólo vemos lo que se nos da a nuestro alrededor: cuatro cosas a veces —a veces muy pobres— vistas sólo por encima en medio del infinito.
Mirad el más sencillo de los objetos. Tomemos por ejemplo, una vieja silla. Parece que no es nada. Pero en todo el universo que incluye: las manos y los sudores cortando la madera que un día fue árbol robusto, lleno de energía, en medio de un bosque frondoso en unas altas montañas, el trabajo amoroso que lo construyó, la ilusión que la compró, los cansancios que ha aliviado, los dolores y alegrías que habrá aguantado, quién sabe si en grandes salones o en pobres comedores de barriada… Todo, absolutamente todo participa de la vida y tiene su importancia. Hasta la silla más vieja lleva en su interior la fuerza inicial de aquellas savias que ascendían de la tierra, allí en los bosques, y que aún servirán para calentar el día en que, astillada ya, arda en algún hogar.¡Mirad, mirad a fondo! Y dejaos llevar plenamente por todo cuanto hace resonar dentro de vosotros lo que nos ofrece la mirada, como quien va a un concierto con el vestido nuevo y el corazón abierto con la ilusión de escuchar, de oír sencillamente con toda su pureza, sin querer a toda costa que los sones del piano o de la orquesta hayan de representar forzosamente un determinado paisaje, o el retrato de un general, o una escena de la historia. A menudo se querría reducir la pintura a esta mera representación. Aprendamos a mirar como el que va a un concierto. En la música hay formas sonoras, compuestas en un fragmento de tiempo. En la pintura formas visuales compuestas en un pedazo de espacio.
Se trata de un juego. Pero jugar no significa hacer las cosas “porque sí”. Y como en todos los juegos de niños, los artistas tampoco hacen las cosas “porque sí”. Jugando… jugando, hacemos crecer nuestro espíritu, ampliamos el campo de nuestra visión, de nuestro conocimiento. Jugando… jugando, decimos y escuchamos cosas, despertamos al que se ha dormido, ayudamos a ver a quien no sabe o a quien le han tapado la vista.
(...)
Yo os invito a jugar, a mirar atentamente… yo os invito a pensar.
[Texto del artista catalán, 1967]