Reproduzco un breve y bello artículo acerca de Carlo Ginzburg publicado recientemente en ñ, escrito por Alberto Manguel, actual director de nuestra Biblioteca Nacional.
Los cabalistas concebían el universo como el mutuo reflejo del macrocosmos en el microcosmos, de lo grande en lo pequeño y lo pequeño en lo grande. Carlo Ginzburg quizás sea uno de los más perspicaces herederos de esta antigua tradición. Historiador, filólogo, crítico de arte y de la cultura, sus libros abarcan innumerables fragmentos de este ambicioso juego de espejos que, rechazando etiquetas simplistas que delimitan períodos y escuelas, exponen con asombrosa erudición la recuperación y sobrevivencia de ideas e imágenes, desde las primeras culturas del mundo hasta las nuestras hoy.
Ginzburg nació en Torino en 1939, hijo de Natalia Ginzburg, la destacada escritora italiana, y de Leone Ginzburg, uno de los fundadores de la editorial Einaudi y reconocido profesor de ruso, quien fue muerto a puñetazos por los nazis por haber publicado un periódico clandestino. Los primeros temas investigados por Ginzburg fueron las cazas de brujas en el noreste de Italia. A partir de documentos inéditos, Ginzburg demuestra cómo lo que la Inquisición tomaba como brujerías eran antiguos enfrentamientos rituales asociados a veces a ceremonias de fertilidad, en varios libros esenciales como Historia nocturna: un desciframiento del aquelarre y El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI . Éste último es el ejemplo más conocido de un género nuevo, la “micro-historia”, que Ginzburg definió como “la ciencia de lo real”. El término, dice Ginzburg, proviene de la idea del microscopio, donde el prefijo alude a la intensidad del escrutinio, no a la escala del objeto escrudiñado.
Después de estudiar en la Universidad de Pisa, Ginzburg se formó en el Instituto Warburg de Londres, donde encontró un marco institucional para la forma de pensamiento que le era natural: la asociación de ideas como técnica epistemológica. Las ideas de Aby Warburg, el gran investigador alemán, complementaron y fortalecieron las suyas a propósito de la sobrevivencia de imágenes y de las genealogías al parecer fortuitas de ciertos conceptos culturales. El título de una de sus colecciones de ensayos, El hilo y las huellas podría servir para todos sus escritos.
Con los investigadores Robert Darnton y Emmanuel Le Roy Ladurie, Ginzburg constituyó un grupo dedicado a estudiar los “modos de pensar” a través del examen de micro-historias. El grupo, en particular Ginzburg, intentó encontrar un punto de tensión entre el escepticismo histórico (que Ginzburg rechaza de manera absoluta) y la visión necesariamente personal de investigador que influye, pero no determina, el trabajo resultante. Todo evento, todo fragmento, toda imagen, resulta así parte de una narración universal cuyo comienzo no conocemos y cuyo final no podemos prever, donde lo particular, no lo general, permite una clave a la comprensión de nuestro mundo.
En este sentido, a Carlo Ginzburg le interesa no la regla sino la excepción, lo raro, lo que al parecer resulta inexplicable. Su estilo preferido es el ensayo corto (borgiano diríamos nosotros) que desde una observación imprevista o una imagen casual (lo que Auerbach llamaba un Ansatzpunkt o punto de partida) despliega una red de conexiones universales para revelar identidades o conceptos inauditos dentro de una suerte de genealogía histórica. En un estilo exacto, ameno, rico en detalles, Ginzburg ofrece a sus lectores una visión otra de nuestras culturas, sin nunca caer en la moraleja o la respuesta dogmática. Ginzburg hace suya la advertencia de Flaubert: “La estupidez consiste en el deseo de llegar a una conclusión”. Sus ensayos no concluyen: dejan al lector ante un horizonte de múltiples posibilidades y nuevos senderos. “Intuimos que todo está conectado con todo,” ha dicho Ginzburg. “Pero tenemos que acordarnos de no formular esa idea como si fuera una respuesta. Como respuesta, es completamente trivial, una vía muerta desde todo punto de vista. Si en cambio la planteamos como pregunta, lo que tenemos es un punto de partida para nuestro trabajo”.