Gracias a la colega Julia Jorge, de Córdoba, descubrí a un extraordinario poeta japonés, Keijiro Suga, nacido en 1958. Suga es profesor en la Universidad Meiji de Tokio y en 2011 ganó el premio Yomiuri.
El andar vale tanto como un rezo.
En este pueblo se inculca desde la infancia.
De ahí su afán por la caminata.
Con cada paso diario sobre lugares puntuales
circulan, su tierra no territorial
recitando los nombres de las plantas
tocando con las manos cada árbol
muy atentos al vuelo de los pájaros y al batir de los insectos
en la orilla del campo visual.
Está dispuesto qué rezar en cada punto.
Aquí la tierra, fundamento en el cual la vida se origina como materia.
Aquí el agua, dirige el movimiento a través de su flujo y circulación.
Aquí el fuego, calienta al mundo, todo lo seca y aviva.
Aquí el viento, extremo secreto del ser, más parecido a la nada.
Para este pueblo la tierra se ha vuelto un altar.
Su caminar es una forma de oración.
[en Agend’Ars, traducción de Cristina Rascón y Eiko Minami, Editorial Cuadrivio, México, 2015]