“Jamás leo los libros que debo criticar, para no sufrir su influencia”.
Este contundente epígrafe de Oscar Wilde da comienzo al brillante ensayo del francés Pierre Bayard (1954). En Como hablar de los libros que no se han leído, Bayard desarrolla una serie de estrategias para aquellos libros leídos y olvidados, para esos que sólo hojeamos alguna vez, para aquellos de los que sólo hemos oído algún comentario. Así, el texto de Bayard constituye un ejercicio en el que se razonan varias “maneras de no leer”. Bayard distingue situaciones en las que podría tocarnos hablar de un libro no leído (ejemplos: en la vida mundana, frente a un profesor, frente al mismo autor del texto o frente al ser amado) y estudia las conductas que convendría adoptar en esas situaciones (no sentir vergüenza, inventar el libro que se comenta o bien, hablar menos del libro que de uno mismo).
Extraordinario ejercicio de heurística aplicada, muy lejos del cinismo que frecuentemente merodea el mundo intelectual, Bayard explica por qué nadie lee tanto como dice leer y por qué nadie puede leerlo todo. Para argumentar cada apartado, se rodea de algunos extraordinarios ejemplos: Musil, Valéry, Eco, Montaigne, Greene acompañan con sus reflexiones un texto atrevido, sobre todo teniendo en cuenta la estatura intelectual del autor. Escribe Bayard: “No hay (...) una diferencia tan grande entre un libro que se ‘leído’ —si es que esa categoría posee alguna categoría— y uno que se ha hojeado”; “yo no he leído el Ulises de Joyce y es muy probable que jamás lo lea”; o “nunca se lee, de un libro, más que una parte más o menos grande; e incluso esa parte está condenada, a corto o largo plazo, a la desaparición.”
O, dicho en otras palabras: cómo afrontar el desafío de la lectura en estos feroces tiempos que corren.