Tanizaki y El Elogio de la Sombra

Conferencia / Performance

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Experimentar el placer de las sombras es de una sensibilidad —de una finesse— que raramente experimentamos en Occidente, donde la belleza y el conocimiento parecen arribar solamente con el brillo de la luz. Lo oscuro y opaco es mirado con recelo. En Oriente, en cambio, la sombra no parece cargar con esa connotación negativa.

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Históricamente el Japón ha valorado la discreción la profundidad, el misterio y, en general, todo aquello que no es evidente.

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La globalización nos roba las distancias y aplana las diferencias: en demasiados aspectos somos, en este siglo veintiuno, idénticos al habitante de Kyoto. Pero nuestros bisabuelos, a comienzos del siglo anterior, no tenían mayores puntos de contacto con alguien como Junichiro. Las reflexiones que encontramos en el Elogio de la sombra adelantan ya este profundo cambio. Y el texto de Tanizaki descansa en la melancolía de quien sabe que pese a todo esfuerzo que ponga en resistir, el cambio será inevitable.

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A decir verdad, he escrito esto porque quería plantear la cuestión de saber si existiría alguna vía, por ejemplo, en la literatura o en las artes, con las que se pudieran compensar los desperfectos. En lo que a mí respecta, me gustaría resucitar, al menos en el ámbito de la literatura, el universo de sombras que estamos disipando (…) Me gustaría ampliar el alero de ese edificio llamado “literatura”, oscurecer sus paredes, hundir en la sombra lo que resulta demasiado visible y despojar su interior de cualquier adorno superfluo. No pretendo que haya que hacer lo mismo en todas las casas. Pero no estaría mal, creo yo, que quedase aunque sólo fuese una de ese tipo. Y para ver cuál puede ser el resultado, voy a apagar mi lámpara eléctrica. [Junichiro Tanizaki. Elogio de la sombra.]

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Kurofune. Barcos Negros. Los cascos eran negros. Negro era también el humo del carbón que los impulsaba. Los cuatro barcos de guerra que arribaron en 1853 al puerto de Uraga (actualmente Yokusuka, prefectura de Kanagawa) al mando del Comodoro Perry cambian la historia del país. Perry impone un tratado que le permite a los estadounidenses comerciar con Japón y abre el país para Occidente. Creo que es la primera acción imperialista en gran escala en un escenario lejano que acometen los Estados Unidos.

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Brancusi, el gran escultor, escribió que cuando dejamos de ser niños estamos muertos. Ahora me digo a mí mismo, recordando ese momento, que seguramente no he perdido esa curiosidad infantil: es también un modo en el que Japón vuelve y se constituye como un pensamiento necesariamente vivo.

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El hombre, en las más diversas culturas, ha otorgado a la sombra una significativa presencia en sus mitos y ritos. En La rama dorada Frazer explica que pueblos indígenas consideraban a la sombra parte viviente del hombre o del animal, a tal punto que creían que el daño hecho a la sombra era sentido por el cuerpo de quien la proyectaba. Quienes dirigían los funerales chinos se ubicaban del lado de la tumba que estaba más alejada del sol para que su sombra no cayera en la fosa. Los griegos celebraban sacrificios en honor a los muertos en “la hora sin sombra” del mediodía. Y en la América precolombina la construcción de las pirámides escalonadas estaba en directa relación con el movimiento del sol, ya que el ascenso y descenso de las escalinatas determinaba sombras “correctas”.

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En 1927, Piaget desarrolla un estudio sobre la respuesta de los niños a las sombras. Afirma que alrededor de los cinco años un niño puede entender la confluencia de causas internas (como la sombra proyectada por un objeto y el hecho de que está indisolublemente ligada a ese objeto y externas  (para un niño la noche o los rincones oscuros) en la existencia de las sombras.

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Pero quizás lo más interesante del estudio de Piaget es que demuestra que la capacidad de reconocer las características de la propia sombra es para el niño un proceso muy difícil que sólo se domina a la edad de ocho o nueve años, cuando finalmente aprende a predecir dónde va a caer una sombra. Es decir: recién a esa edad la sombra se convierte para el niño en sinónimo de la ausencia de luz.

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La literatura constituye una maravillosa muestra de la evolución de Japón hacia la modernidad. Cuando sus escritores observan los modelos occidentales de narración —en particular la novela, género desconocido en el Japón— producen rápidamente obras que están a la altura de sus modelos. Pero cuando se apropian de la técnica del relato occidental, no dejan de conservan y potenciar el propio universo.

[Presentado en la Universidad Nacional del Nordeste en 2014]